Cirupita

13 enero 2007

Poesía para mayores de 18 años, con reparos

DORMÍA EL NAVEGANTE
con la bondad del ángel en su rostro,
con el atardecer dorándole
el sur desnudo, el sur
y aquel lunar sumido en la pereza,
el sur
y las quebradas líneas de su cuerpo.

Lenta avancé mi mano
en donde más pequeña era la tarde,
allí, en donde el hombre oculta
su frontera,
sus juveniles aguas,
la tibia desazón del bosque bien amado.

Feliz momento
su vientre era ciudad
perdida tras las yerbas del otoño.

Y el sur
una tendida flor siempre despierta
al borde del vacío,
una flor que al rozarla me ofrecía
el oculto lenguaje de la noche,
la magia de habitarme
oquedad y penumbra,
la luz anaranjada del deseo.

ÁNGELA REYES (Cartas a Ulises de una mujer que vive sola, 1990)
Nació en Jimena de la Frontera, Cádiz, España (1946)

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